Godfrey Rubens. Fte: Wikimedia Commons. |
En 1966 la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó el 21 de marzo Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racional. La fecha conmemora la Matanza de Sharpeville, que tuvo lugar en 1960 en el township sudafricano de mismo nombre y donde la policía dio muerte a 69 personas e hirió a otras 180 que se manifestaban en contra del Apartheid. El Apartheid fue un régimen de segregación racial que negó los derechos civiles y políticos de la ciudadanía negra sudafricana durante más de 50 años. Por cierto, para conocer mejor la historia de opresión y resistencia durante este régimen injusto, te recomendamos leer la novela de la premio Nobel sudafricana Nadine Gordimer, La historia de mi hijo.
Enmarcado en lo que se denomina la tercera ola del feminismo (Rebeca Walker), desde comienzos de los '90s el movimiento feminista comenzó a tomar conciencia de que hasta entonces había prevalecido cierta idea o definición de lo que significa ser mujer, y que lo que se asumía como una realidad universal no era más que la sobrerepresentación de la expedición de mujeres de clase media-alta, blancas, y pertenecientes a la cultura dominante (principalmente norteamericanas y europeas occidentales). Esta nueva ola se nutre de enfoques y teorías críticas como son el post-modernismo, el post-estructuralismo, el anti racismo y el post-colonialismo y sus principales temas de interés serán la etnia, la clase social y la sexualidad. Se toma conciencia de que la discriminación que sufren las mujeres (y ya no la mujer) por el simple hecho de ser mujeres, está atravesada e interseccionada por otro tipo de discriminaciones latentes en cada sociedad y que están basadas en la etnia, la clase social, la orientación y la identidad sexual, entre otras.
El feminismo es una teoría crítica que busca un cambio de conciencia que posibilite la existencia de una sociedad justa e igualitaria; no se trata, como creen equivocadamente algunas personas, de conquistar derechos de las mujeres en detrimento de los derechos de los varones. No se trata tampoco de alcanzar un matriarcado opuesto al patriarcado, o de difundir el 'hembrismo' (la sobrevaloración de las mujeres y lo que se define como femenino, a la vez que se desvaloriza a los hombres y todo lo que se define como masculino; este es el verdadero 'machismo en el sentido contrario' y no tiene nada que ver con el movimiento feminista inclusivo y democrático). Se trata de comprender que las sociedades injustas, que discriminan negativamente a cualquiera de sus miembros y por el motivo que sea, no sólo perjudican a dichos grupos particulares, sino que son negativas para el conjunto de la sociedad y por eso es necesario luchar contra todo tipo de discriminación negativa: la que se basa en el sexo-género (sexismo), en la clase social (clasismo), en la etnia (racismo), en la nacionalidad (xenofobia), en la orientación e identidad sexual (homofobia), etc.
Por eso desde el Instituto Social y Político de la Mujer escribimos este breve artículo para conmemorar a las millones de personas que fueron asesinas a lo largo de la historia en base al color de su piel o a su pertenencia étnica, invitándote a reflexionar sobre este tema. Y para ayudarte a ello, te regalamos esta maravillosa anécdota que la escritora y periodista española Rosa Montero escribió hace unos 8 años aunque mantiene toda su actualidad.
El Negro
Estamos en el comedor estudiantil de una universidad alemana. Una alumna rubia e inequívocamente germana adquiere su bandeja con el menú en el mostrador del autoservicio y luego se sienta en una mesa. Entonces advierte que ha olvidado los cubiertos y vuelve a levantarse para cogerlos. Al regresar, descubre con estupor que un chico negro, probablemente subsahariano por su aspecto, se ha sentado en su lugar y está comiendo de su bandeja. De entrada, la muchacha se siente desconcertada y agredida; pero enseguida corrige su pensamiento y supone que el africano no está acostumbrado al sentido de la propiedad privada y de la intimidad del europeo, o incluso que quizá no disponga de dinero suficiente para pagarse la comida, aun siendo ésta barata para el elevado estándar de vida de nuestros ricos países. De modo que la chica decide sentarse frente al tipo y sonreírle amistosamente. A lo cual el africano contesta con otra blanca sonrisa. A continuación, la alemana comienza a comer de la bandeja intentando aparentar la mayor normalidad y compartiéndola con exquisita generosidad y cortesía con el chico negro. Y así, él se toma la ensalada, ella apura la sopa, ambos pinchan paritariamente del mismo plato de estofado hasta acabarlo y uno da cuenta del yogur y la otra de la pieza de fruta. Todo ello trufado de múltiples sonrisas educadas, tímidas por parte del muchacho, suavemente alentadoras y comprensivas por parte de ella. Acabado el almuerzo, la alemana se levanta en busca de un café. Y entonces descubre, en la mesa vecina detrás de ella, su propio abrigo colocado sobre el respaldo de una silla y una bandeja de comida intacta.
Dedico esta historia deliciosa, que además es auténtica, a todos aquellos españoles que, en el fondo, recelan de los inmigrantes y les consideran individuos inferiores. A todas esas personas que, aun bienintencionadas, les observan con condescendencia y paternalismo. Será mejor que nos libremos de los prejuicios o corremos el riesgo de hacer el mismo ridículo que la pobre alemana, que creía ser el colmo de la civilización mientras el africano, él sí inmensamente educado, la dejaba comer de su bandeja y tal vez pensaba: "Pero qué chiflados están los europeos". [El País. http://elpais.com/diario/2005/05/17/ultima/1116280802_850215.html]
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